miércoles, 9 de abril de 2014

Elecciones europeas del 25 de mayo

Las elecciones europeas del 25 de mayo serán las más ciudadanas de cuantas se han celebrado hasta ahora. 

Los votos no solo establecerán la composición del Parlamento Europeo con más competencias de la historia, sino que también determinarán con qué mayoría parlamentaria y con qué programa político se elige al futuro Presidente de la Comisión Europea. Desde las primeras elecciones de 1979, ésta será la primera vez que los ciudadanos eligen directamente al Presidente del ‘Gobierno Europeo’. 


Con su voto, los europeos van a tener la ocasión de impulsar un cambio radical a la política que en los últimos años ha impulsado la derecha europea. Una política marcada por la austeridad obsesiva y la ausencia de estímulos al crecimiento. Una política definida por la inhibición ante el gravísimo problema del paro que castiga con especial virulencia a países como España, el recorte de derechos sociales y la negación de futuro a una generación entera de jóvenes. Una etapa caracterizada por el regreso de los egoísmos nacionales, la resistencia a la cohesión territorial y social, el rechazo a la solidaridad interna y la indiferencia hacia la desigualdad. 

El proceso de construcción europea constituye, en su conjunto, una inequívoca historia de éxito. 


Pero hoy, en medio de una crisis que es a la vez económica social y política, la Unión Europea está en serio riesgo de perder el sentido último de su identidad. 

Muchos ciudadanos perciben las políticas europeas como ineficaces para hacer frente a los duros efectos que la crisis ha ocasionado en sus vidas. Es más, una amplia mayoría ha sentido sus decisiones como interferencias externas, imposiciones o exigencias inapelables. 

Esos mismos ciudadanos han percibido que la Unión no ha sido capaz de poner freno a los poderes económicos y mercados financieros que han originado la crisis. Muy al contrario, han entendido que se usaban los impuestos de la gente para salvar a los que se aprovecharon de la desregulación para obtener beneficios obscenos, a los que con comportamientos opacos y de alto riesgo se habían enriquecido previamente a su costa, y cuyas consecuencias desastrosas ha acabado pagando, con grandes sacrificios, el conjunto de la sociedad.

A esos ciudadanos debemos dirigirnos. Para compartir con ellos el diagnóstico de que los resultados negativos de esa gestión son evidentes: la cohesión se ha deteriorado, la desigualdad se ha disparado, la pobreza se ha multiplicado y la legitimidad democrática se ha debilitado. 

Nos dirigimos a esos ciudadanos para convencerles de que hay una alternativa. Otras mayorías habrían gestionado la crisis de otra manera y con otras consecuencias. Por eso hay que cambiar a esa mayoría, empezando por la Comisión y el Parlamento Europeo. 

Los socialistas queremos explicar con claridad que en Bruselas se toman cada día grandes y 

pequeñas decisiones que benefician o perjudican a los ciudadanos. Si se toman mal no es porque Bruselas esté lejos, sino porque quienes las toman están lejos de los ciudadanos. Lo decisivo no es el lugar donde se toman esas decisiones sino quiénes las toman, con qué proyecto político y sirviendo a qué intereses. Es eso, son esos, quienes han tomado las decisiones hasta el momento, a los que tenemos que cambiar. 

Nosotros, los y las socialistas españoles y europeos tomamos la opción del cambio con el objetivo de volver a hacer de Europa un proyecto que soluciona los problemas de la gente, para volver a construir una Europa con rostro humano.

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